domingo, 16 de octubre de 2016

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No sé ni entiendo hasta que punto sea bueno que la gente tenga poder. Los seres humanos deben quedarse insignificantes como lo que son. La normalidad con la que las personas asumen la sumisión me enferma, me enferma tanto que el sólo hecho de imaginarlo o presenciarlo me genera arcadas, repulsión. No hablo de la sumisión en todas sus formas, hablo de la sumisión no consentida, la sumisión porque se cree que el trato es natural y cotidiano. Es injusto pensar que el maltrato es necesario, es productivo y sirve para dar lecciones, para aprender. Pésimo o tanto peor, creer que vale la pena soportar y asentir: es parte del aprendizaje, tendrá recompensa. ¿De qué recompensa hablan? Me angustia saber que las personas te arrojan a lo mismo, porque yo pase por a, b, c, tú tienes que pasar por lo mismo, no entiendo la lógica, no me parece razonable. Creo que es lamentable repetir y entrar a ser parte de un círculo de infelicidad constante simplemente porque a mí me tocó, porque tiene que ser "igual" para todos, porque por más que en teoría no sea así, en la práctica lo es y te aguantas porque sí. Me pregunto, entonces, ¿cómo le dan poder a personas así? personas acomplejadas y resentidas que sólo buscan transmitir lo que sintieron de la peor forma, que buscan hacerte igual de acomplejado e insignificante que ellos. De pronto, has dejado de ser un mero espectador, contra tu voluntad asientes y callas,  la frustración llega niveles inimaginables, tratas de hablar pero ya no sabes que decir porque aunque te asfixies estás obligado a ser uno más.

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