Cima del mundo
No sé como decidí dejar la irracionalidad propia de mis procesos mentales. Así como la simplicidad con la que mis pensamientos viajaban, sin rumbo alguno, esperando alguna parada cómoda, tibia. Deje de perderme en laberintos para empezar a caminar dejando pistas, rastros, todo con el fin de saber que siempre que quiera ahí estaría la salida, esperándome. Creo que jamás avancé con temor, siempre fue una especie de todo o nada, un que más da. Ahora la motivación no me lleva a tanto, mi cabeza no está hecha un lío porque aparentemente todo está en orden, igual es una mentira. Realmente no creo estar en mis mejores días, tampoco en los peores, es como cuando te mantienes estático, perceptivo, sientes como el viento pasa, como mueve tu cabello pero no te puedes inmutar, es cotidianidad es su máximo esplendor, es rutina de esas que agobian.
No hay comentarios:
Publicar un comentario